lunes, 25 de marzo de 2013

La corrección política y los videojuegos: análisis de una plaga postmoderna

Ya sé que este es un blog de política, que hace tiempo que dejé de escribir de videojuegos y tal pero es que ha sucedido una de esas cosas que a uno le impulsan retomar el tema. Digamos que uno de mis mundos favoritos ha invadido a otro de mis mundos favoritos, y por si fuera poco, lo ha hecho de la manera más guarra y chabacana posible. Estoy hablando por supuesto, de la política entrando en el mundo de los videojuegos. Mira que yo siempre he sostenido que estos últimos deberían lanzarse a la piscina y empezar a meterse en temas controvertidos y de moralidad gris, y que para eso la política es una temática que le vendría a los videojuegos que ni pintada, pero al final ha pasado justo lo contrario de lo que deseaba; aunque habría que hacer una puntualización: no es la política la que se ha metido en el mundo de los videojuegos, si no su prima gorda y toxicómana. Me refiero a la corrección política. Me refiero, por supuesto, a la serie de documentales "Tropes VS Woman in videogames", de Anita Sarkeesian. Y al increíble daño que la corrección política inflige a todo lo que toca, empezando por la propia política, siguiendo por la sociedad y finalizando por los videojuegos, su última víctima propiciatoria. Pero todo a su debido tiempo.


Ya se sabe lo que viene cuando la autocensura falla: golpe de remo





Para empezar, recapitulemos sobre este último episodio de la corrección política VS los videojuegos. Anita Sarkeesian, feminista de pro, decidió comenzar un kickstarter o proyecto financiado mediante contribuciones voluntarias para hacer una serie de documentales que hablaran sobre lo que ella consideraba un problema grave. Gravísimo. Horripilante: el retrato negativo de la mujer en los videojuegos. La verdad es que Anita no tenía un pelo de tonta: la combinación de un tema sagrado para la corrección política (el feminismo) con un tema sagrado para Internet (los videojuegos) tan sólo podía acabar como acabó: con ríos y ríos de tinta, polémicas encendidas, ataques personales furibundos bastante lamentables, y por supuesto, cientos de miles de dólares recaudados para el proyecto, decenas de veces más dinero del que se pidió inicialmente. El resultado de todo eso fue... bueno, el que se dijo en un principio: ni más ni menos que una serie de documentales sobre el sexismo en los videojuegos que se pueden ver gratis ver en Youtube y que sin ser horribles, tampoco es que sean nada del otro mundo. Huelga decir que Anita dista mucho de ser la primera persona que pone a los videojuegos en la picota de la corrección política.  Y es que este último episodio no es si no la culminación de una tendencia que viene de largo, capitaneada por ciertos sectores de prensa del sector (la americana, más concretamente), de plantearse cuestiones de vivo interés para el universo en general y el medio interactivo en particular, tales como: ¿Es Resident Evil 5 racista al hacerte matar zombis negros? ¿Por qué sólo había hombres en la presentación de la PS4? ¿Hay más hombres programando juegos que mujeres por culpa del machismo? Más aún: ¿Tendrá también el machismo la culpa de que haya más hombres que mujeres haciendo la carrera de informática, ya puestos? Cosas veredes, Sancho.

Claro está que este no es el único campo invadido por la corrección política. De hecho, aunque la corrección política sea un producto más yanqui que el Mc Donalds y heredero directo del puritanismo protestante anglosajón más rancio, aquí en España lo hemos importado y consumido con entusiasmo, como país profundamente mojigato y acomplejado que somos por mucho ateo que haya, que es lo que tienen las actitudes vitales, que no entienden de religiones ni ideologías. Anuncios de televisión censurados repetidas veces, cuotas de todo género, color y condición, temas que no se pueden sacar nunca a debatir en los medios generalistas, ministerios de igualdad (bendito sea Orwell), linchamientos mediáticos a tutiplén... la corrección política a lo que aspira, es, precisamente, no a provocar un debate, si no a evitarlo con el consabido "la opinión de quien me contradice u ofende no debería ser expresada en público jamás", creando polémica y polarización social en el proceso a modo de sustituto barato de un verdadero debate. Y es que la corrección política se basa en una serie de creencias a medio camino entre la sociología y el auto de fé, que postula, en esencia, lo siguiente:

- Primero, que los medios de comunicación masivos tienen efectos poderosísimos sobre la sociedad, en especial a la hora de crear y reforzar estereotipos, gracias a la fuerza obtenida a través del simbolismo y la iconografía

- Segundo, que dado que dichos efectos son poderosos, también pueden provocar desastres a gran escala al replicar estereotipos y modelos de conducta negativa a toda la sociedad gracias a su alcance masivo

- Y tercero, que la inferencia lógica de todo lo anterior es que el discurso público debe ser estrictamente monitorizado, regulado y sí, censurado para evitar males mayores, aunque bueno, eso queda mal hoy en día: la autocensura está mejor vista y es más efectiva. La acción de la prensa deberá ser, entre otras cosas, no ya informar, formar y entretener, tal y como postulaba el periodismo clásico, si no más bien vigilar, denunciar y censurar. Estar ojo avizor y monitorizar todo acto simbólico que se pueda ver amplificado por los medios. Es decir: todos. Es lo que tiene el simbolismo, que está presente en todos los actos del ser humano y está a falta de una cámara y subida en el Youtube para convertirse en un símbolo de masas hoy en día.

Y amén. Y cuando digo "amén", quiero decir eso mismo: amén. No hay nada más que discutir, y nada más que comentar, y punto pelota en boca y a callar, fascista de medio pelo. Es verdaderamente significativo que a lo largo de la hora y media larga del documental de Sarkeesian, esta jamás se cuestiona sus propias creencias, que ya se sabe que el pensamiento crítico consiste en plantearse las creencias de los demás, no las propias: 90 buscando sin cesar (y en algunos casos, encontrando, hay que admitirlo) estereotipos negativos femeninos en los videojuegos, y ni medio minuto dedicado a plantearse algo básico: ¿sirve para algo todo ese esfuerzo? O lo que es lo mismo: ¿tienen algún efecto dichos estereotipos negativos? Porque yo directamente niego la mayor. Niego todos y cada uno de los tres sostenes básicos del "pensamiento" políticamente correcto y su sociología de pantuflas y batín de estar por casa. Niego que el discurso mediático modele la sociedad. Niego que la corrección política sirva para nada.

Para empezar, niego la teoría, arcaica y remanente de la segunda guerra mundial de los medios poderosos y su cacareada "aguja hipodérmica". Sé que este es sin duda uno de los eslabones más fuertes de la cadena de razonamiento, y que la teoría de los medios débiles o "no tan fuertes" tienen hoy poco predicamento. Sé además, que al cuestionar esto, estoy tirando piedras sobre mi propio tejado, tanto como articulista, como publicista. Pero es que me gusta cuestionar mis propias creencias. Inclusive aquellas que logran hacer que me gane el pan y que he estudiado en la Universidad. Por supuesto, no me gusta discutir con la realidad ni el relativismo a ultranza: hay datos fiables que prueban de manera más que sobrada la relación entre los medios de comunicación y sus dos efectos principales: el voto y el consumo. Con lo que discrepo es con la valoración de dichos efectos como "poderosos". Consideramos que dichos efectos son poderosos porque nuestra sociedad ha decidido depositar un valor desmesuradamente alto en dos actos que requieren de poco o ningún esfuerzo para el individuo como lo son la compra y el voto. Por mucho que detrás de ellos se encuentre una labor ardua y compleja (hemos trabajado duro para ganar ese dinero y ese derecho a voto), como hechos aislados en sí, ambos requieren de poco tiempo, de ninguna preparación y de nulo esfuerzo físico o mental para la persona que los ejecuta. Sin embargo, la suma de esos pequeños actos irrelevantes y superficiales (pasar una tarjeta de crédito por un lector, meter un papel en la urna) determinan el devenir de las grandes fortunas y el equilibrio del poder político de diversos países. De ahí la consideración de algo que pueda influir sobre ellos como "poderoso", ya sea un anuncio de televisión o la chupa de agua que cae el día de la votación. El pensamiento postmoderno como pensamiento débil que es, hace lo que mejor se le da: extrapolar y proyectar. "Si los medios influyen en algo tan importante como unas elecciones, cómo no va a influir en otras cosas importantes como las relaciones interraciales o el maltrato". La respuesta a eso es: no influyen porque la acción de los medios se limita a conductas simples que requieren poca implicación y actos superficiales. Tan superficiales como esa especie de concurso de popularidad que lamamos "elecciones" o ese ocio para adultos que llamamos "consumo". Las actitudes, estilos de vida y creencias profundas apenas se ven afectadas por los medios, como rasgos troncales de la personalidad y carácter de las personas que son. ¿Pruebas? Si los medios de comunicación son tan poderosos ¿Por qué las campañas meramente publicitarias contra el maltrato, las drogas o el alcoholismo han tenido efectos tan limitados, cuando no directamente han resultado en un fracaso rotundo? Pues porque todos esos problemas residen en conductas, creencias y necesidades, es decir, van más allá de un acto puntual como la compra de la droga en sí o no dar un puñetazo en un momento dado. O para disgusto de periodistas y expertos en comunicación de masas: su explicación completa requiere de conocimientos de otras áreas que quedan fuera de la sociología en sentido sentido estricto tales como la psiquiatría, la economía, o la biología. Detrás de las teorías de los medios poderosos se encuentran miles de académicos de la comunicación ansiosos por demostrar que su área particular de especialización universitaria es capaz de dar respuesta y modificar por sí misma (casi) todo comportamiento humano y los grandes problemas de la sociedad, cuando no caen directamente en el penoso "quién necesita conocimiento teniendo ideología". Eso es falso.

Como también es manifiestamente falso el siguiente sostén de la corrección política: que los medios y más concretamente los estereotipos negativos en los medios causan o perpetúan toda una pléyade de males sociales. Los aficionados y veteranos de esto de los videojuegos ya estamos acostumbrados a este discurso: no en vano, se lleva acusando a los videojuegos de provocar e inducir a la violencia desde que el Mortal Kombat incluyó fatalities hasta hace dos días, en el que se relacionaba la masacre perpetrada por Adam Lanza con (cómo no) los videojuegos a los que este jugaba. Huelga decir que hoy por hoy, no existe ningún estudio científico medianamente serio que demuestre semejante planteamiento, y lo mismo va para el tema del sexismo en los videojuegos o en cualquier otra parte. Los escasos estudios que han intentado demostrar como cierta esa premisa suelen limitarse a un análisis meramente cuantitativo y correlacional: medir el número de mujeres protagonizando videojuegos, actos violentos en los mismos, etc y contrastarlo para buscar inferencias que sostengan la teoría del investigador. Aquí me gustaría dedicar un inciso y corte de mangas a la metodología empleada por la mayor parte de dichos estudios y  por Sarkeesian en su serie de documentales, el mal llamado "estructuralismo". Aunque el estructuralismo de verdad tiene poco que ver con su estudio, el enfoque denominado "estructuralista" por los defensores de lo políticamente correcto consiste básicamente en partir de la base de la existencia de una serie de "estructuras" sociales preexistentes, opresivas y poco menos que eternas (el patriarcado, la violencia mediática, el privilegio blanco, etc) y estudiar todo fenómeno bajo la óptica de dicha estructura. Vamos, lo que viene siendo la antítesis de la ilustración y el empirismo:  en vez de observar los fenómenos naturales y la realidad y elaborar teorías a partir de dicha observación (que pueden contradecir algunas de nuestras antiguas concepciones),  partimos de nuestras concepciones para explicar el mundo: si algo refuerza nuestra visión ya preconcebida, se le presta atención, si no, se ignora como Sarkeesian pasando por alto el que la princesa Peach protagonizara toneladas de juegos, simplemente alegando que "no eran importantes", supongo que para ella, que los amantes de Paper Mario, discrepamos en eso, claro. Semejante método, por llamarlo de algún modo, nos lanza de cabeza en los brazos de la llamada sabiduría convencional, y una de las falacias lógicas más antiguas: la de que la correlación implica causación, alias "los piratas mantenían a raya el calentamiento global". Lo que viene siendo confundir causa con efecto, vaya: ¿Los mensajes machistas y violentos en los medios generan una sociedad violenta y machista? ¿O va a resultar más lógico el que una sociedad machista y violenta genere lógicamente, un discurso público machista y violento a su imagen y semejanza? Los mensajes de los medios son un espejo (un tanto distorsionado, eso sí) de la sociedad que los crea, no a la inversa. Las estructuras sociales no son, ni pueden ser preexistentes al individuo, eso una imposibilidad física, válgame Dios. De ahí el poder transformador de la educación: porque actúa directamente sobre el individuo, no sobre sus manifestaciones externas en sociedad (videojuegos, discurso, música, lo que sea). Atribuir semejante rol desmesurado a los medios de comunicación habla más de quien así lo hace que del objeto de su análisis, dejando translucir una visión colectivista y reduccionista del ser humano como criatura únicamente y exclusivamente social. Cosmovisión que le va como anillo al dedo a nuestra sociedad de 100 fotografías subidas al Tuenti por minuto y de responsabilidad individual diluida (¡"todos" lo hacen!), pero que no se sostiene en el mundo real y extenso.

Aún así, los incansables defensores de la corrección política argumentan que, aunque no hayan efectos mesurables o inmediatos de los discursos discriminatorios o negativos en los medios, eso se debe a que estos son mucho más insidiosos y más difíciles de detectar que los de, pongamos, la violencia, porque estamos hablando de daños sibilinos y etéreos: predisposiciones, climas, actitudes, autoestimas, roboreh, ziritione, midiclorianos. A medida que las pruebas tangibles que sostienen sus planteamientos se diluyen, el discurso de lo políticamente correcto se adentra en la retórica surrealista de los anuncios de perfume al aflorar expresiones tales como "privilegio invisible" o "influencia inconsciente", desprendiendo un tufo a "traje de emperador" que sólo unos ungidos pueden ver que tira de espaldas. El único estudio que mínimamente se ha acercado a demostrar "algo", es este aquí enlazado, que, aún así, presenta diversas incógnitas en su metodología ya que intenta medir conceptos tan subjetivos como la autoestima y capacidad autorreferencial de las participantes, amén de identificar la alteración de la concentración de los participantes con un daño objetivo sobre los mismos. Ante semejantes y tan etéreas acusaciones ¿cómo se puede defender uno? Si alguien dice "ese discurso tuyo ha dañado mi autoestima" ¿Cómo demonios se puede refutar esa afirmación? ¿Cómo se supone que se debe responder a "me has causado un daño que sólo yo puedo detectar"? Yo contesto: por sus frutos los conoceréis. Es decir: si mañana mismo desaparecieran todos y cada uno de los estereotipos denigrantes de los medios (que ojo, haberlos haylos, lo que estamos discutiendo aquí son sus efectos, no su existencia) ¿supondría eso una diferencia tangible y real para las minorías que los paladines de la corrección política dicen defender? ¿Mejoraría eso su calidad de vida? Permítanme que lo dude. Mejor aún: permitanme que lo demuestre con datos, y cierre de una vez por todas este tema.

En el tema de la violencia en los medios, creo que es más que obvio que no hay absolutamente  ninguna relación ni prueba concluyente que una violencia real con violencia mediática: mientras que siguen habiendo videojuegos y películas violentas a más no poder y con una capacidad de difusión infinitamente mayor en esta era de la información que hace, pongamos, un siglo, no sólo los seres humanos guerreamos menos que en ninguna otra época de nuestra sangrienta historia, si no que incluso la tasa de criminalidad no ha parado de bajar, con o sin videojuegos violentos. Cogiendo el ejemplo inverso, rara vez ha habido mayor sensibilidad (cuando no a ratos histerismo) a la hora de tratar y representar a las minorías raciales en los medios que nuestra actual época, sobre todo en los Estados Unidos, mayores paladines de la corrección política y las cuotas de "minorías por foto" de cuantos hayan existido. Incluso aún suponiendo que queda mucho por hacer, cualquiera concordará en que el relato y discurso racial ha cambiado a mejor desde los años cincuenta (con el apartheid aún vigente) u ochenta (con Reagan y su, hum, "difícil" relación con las minorías) hasta fecha de hoy. Sin embargo, esa mayor sensibilidad y presencia de las minorías en los medios no se ha traducido ni en una menor encarcelación de minorías, ni en una mejora de su desnivel socieconómico respecto a la población blanca ¿Y qué hay del machismo? Pues verán, parece ser que eso de censurar la pornografía y discursos "ofensivos" no ayuda lo que se dice mucho a la condición de las mujeres en el mundo islámico donde créanme, no son lo que se dice muy "sexualizadas"; y mirando hacia lugares más cercanos, la creación de nada menos que todo un ministerio de igualdad dedicado a, en esencia, censurar anuncios machistas y a vigilar el discurso público con lupa en busca de micropartículas de sexismo se ha vio recompensado con un aumento de la violencia contra la mujer en nuestro país en el mismo año de su fundación, seguido de una bajada bastante pronunciada el año siguiente (¿cambio de metodología?), para acabar quedándose prácticamente igual que antes. Huelga decir que la disolución de dicho ministerio tampoco ha supuesto una gran diferencia, para bien o para mal. Cabe pues preguntarse ¿Dónde está ese increíble maná de leche y miel que iba a brotar de la tierra una vez se erradicaran los estereotipos ofensivos para nuestras pobres, indefensas y oprimidas minorías? ¿Dónde está ese tremebundo daño que el discurso políticamente incorrecto causaba si resulta que al ser suprimido, seguimos en las mismas?

Sorpresa, sorpresa, la eliminación o reducción del discurso "ofensivo" de la esfera pública y todas las cruzadas simbólicas de la corrección política no sirven ni para tomar por el puto culo. Es el equivalente intelectual de darle a "me gusta" sobre esa imagen del niño africano muerto de hambre en Facebook para mostrar cómo de guay y solidario eres con él, diciendo defender los intereses de los débiles sin hacer una puta mierda por ellos, salvo arrogarte superioridad moral sobre el que te lleve la contraria sin haber hecho mérito alguno para conseguirla. La corrección política es política de la peor especie: política identitaria, política de cuotas, de actos simbólicos, de embobarse con el circo mientras te roban el pan. Porque nadie dice que no existan problemas, y problemas muy graves, respecto a la situación de las minorías y la mujer en la sociedad, el racismo o la violencia con armas de fuego en los EEUU. Lo que discuto es que la corrección política sirva para resolver ninguno de dichos problemas. Más aún: sostengo que la corrección política, lejos de resolver esas cuestiones, las agravan. Y lejos de crear una mejor sociedad, más "sensible y respetuosa", nos transforma en una sociedad más infantilizada, más polarizada, más crispada y dejémonos de historias: en una sociedad de mierda.

Una sociedad políticamente correcta es una sociedad donde los sentimientos de ofensa cobran un papel desmesurado en la vida pública, con todas las consecuencias negativas que ello implica, empezando para la convivencia misma en la propia sociedad: si los problemas molestan no se hablan, si una opinión ofende, no se expresa ¿ha funcionado eso alguna vez a lo largo de la historia? Porque me da que es lo último que cualquier mediador familiar recomendaría a cualquier pareja ¿por qué pedimos para la sociedad lo que odiaríamos que se nos aplicara a nosotros mismos? ¿es esa la sociedad que queremos? ¿es ese el tipo de persona que queremos ser?

Porque una sociedad políticamente correcta es una sociedad que para empezar, ha decidido tomar un placebo para así dejarse morir a gusto, dejando de resolver problemas complejos y que ojo, la mayor parte de las veces son económicos y su debate implicaría política de alto nivel y cambios profundos (integración de la mujer en el mercado laboral, el nivel de vida de las minorías, control de armas, etc), a cambio de gestos vacuos que nos hagan sentir bien con nosotros mismos y perseguir molinos de viento (como ese apabullante sexismo en los videojuegos), a costa de dejar desatendidos los problemas reales. No lo hacemos por ellos: lo hacemos para acallar nuestra mala conciencia y de paso, masajear nuestro ego y creernos solidarios en el proceso. Es lo que tienen las ideologías "anti algo" (antifascismo, antirracismo, anticomunismo, tanto da): no aspiran a solucionar un problema, dado que necesitan de este para perpetuarse en el tiempo. De lo que necesitan es creer en la existencia de villanos muy malos, para así sentirse muy buenos e imprescindibles ¿Qué ocurriría con el feminismo el día que se lograra una igualdad real (bueno, todo lo real que permita la biología) entre hombre y mujer? Exacto: que desaparecería. La búsqueda constante de un discurso público absolutamente kosher es exactamente eso: buscar un uso para ideologías cuya utilidad social se ha visto prácticamente agotada en las sociedades occidentales.

Una sociedad políticamente correcta es además, una sociedad que institucionaliza y consagra la inmadurez emocional, delegando la buena educación, que uno debe tener con toda persona con la que trate personalmente, en organismos, asociaciones y abstracciones diversas. Dicen los defensores de la corrección política que ellos crean una sociedad más "sensible" y "respetuosa" al demandar un discurso público que no ofenda a nadie. Yo creo que hace falta tener un ego descomunal para creer que los sentimientos propios de ofensa son tan importantes como para reclamar la supresión del derecho a la libertad de expresión de terceras personas. Si tiene algún problema con lo que expreso, hágase un favor: deje de escucharme, de leerme, o de verme. Nadie le obliga a ello. En serio. Visite otro blog, ponga otro canal de televisión, deje de hablarme, y déjeme en paz. Viva y deje vivir. Y mejor aún: deje de creer que sus sentimientos de ofensa son una cuestión de interés público. Deje de dedicar horas de trabajo a racionalizar y demostrar que dichos sentimientos causan un daño irreparable a la sociedad: lo único que dañan es el ego, y nuestro cerebro tiene una demostrada tendencia a emplear grandes dosis de energía para racionalizar y justificar impulsos irracionales. ¿Recuerdan todos esos hilos en foros denostando Crepúsculo, esos mensajes de Facebook metiéndose con Justin Bieber, esas madres clamando para que los videojuegos violentos sean ilegalizados, tu abuelo mirando con mal ojo la música Heavy que te vuelve satánico? La corrección política no es más que un burdo intento por justificar esa creencia humana irracional de "a nadie le debería gustar las cosas que a mi no me gustan y me causan repeluco". Y como todo intento por racionalizar lo que, en esencia, es poco menos que una reacción visceral y ciega, no tarda en caer en falacias lógicas y pseudociencia de baratillo, a modo de justificar un perpetuo estado de adolescencia emocional: Como soy incapaz de lidiar con aquellas cosas que me disgustan, voy a intentar demostrar que son dañinas para que sean ilegalizadas o por lo menos no tener que lidiar con ellas en público, dado que si no me gustan, obviamente algo malo deben de tener. Tan sólo tengo una respuesta para semejante planteamiento vital: maduren.

Y por último, y más importante aún, una sociedad políticamente correcta es, en esencia, una sociedad sin libertad ni de expresión, y por lo tanto, sin libertad creativa. Muchos hablan de "radicalidad" a la hora de defender el derecho a la expresión, en un discurso bien reminiscente de ese "confundir libertad con libertinaje" tan propio de colegio de curas, y argumentan que la libertad de expresión no puede servir para proteger un discurso ofensivo, molesto o dañino. Veamos señores, el derecho a la libertad de expresión se creó precisamente para defender el discurso molesto y ofensivo, de igual manera que el habeas corpus se creó para defender a delincuentes, no a ciudadanos honrados. El discurso agradable e inocuo no ha necesitado nunca ser protegido por las leyes, porque es un discurso que la sociedad acepta de forma natural. Si algo te reta intelectualmente y desafía tus creencias y tabúes, es un discurso que necesariamente te  va a desequilibrar, inquietar, y en definitiva, te va a molestar, porque la verdad rara vez tiene consideración por los sentimientos de nadie ya que la realidad y la verdad simplemente son. No, no todo discurso molesto es necesariamente un discurso valioso, intelectual, honesto o retador (ahí tenemos a "Sálvame" para demostrarlo) pero créanme que todo discurso valioso será siempre molesto y ofensivo en cierto grado para alguien, en cuanto a que la verdad duele, siempre, pero nunca mata. El ejemplo manido de mal uso de la libertad de expresión, ese "hombre que grita fuego en un teatro abarrotado" está penado y tipificado como diversos delitos (difamación, amenazas, falsa información, acoso, incitación al asesinato, o la figura anglosajona de "libelo"), precisamente porque causa un efecto real y objetivamente dañino (una avalancha humana, un homicidio, etc) sobre personas, pero que fíjense, ofender, lo que se dice ofender, no ofende a nadie, porque señores, las víctimas de una injusticia son personas reales, no esa figura totalitaria de los sentimientos colectivos.

Por lo que no señor. No voy a renunciar a mi derecho a la libertad de expresión y creación para evitar que los hipotéticos sentimientos de un supuesto colectivo se vean dañados. ¿Diálogo y respeto? Por supuesto que sí: de persona a persona, caso a caso particular. Se llama "educación", y al igual que la justicia, sólo se puede aplicar sobre el individuo. Donde es imposible vivir y donde demonios, yo no quiero vivir, es en una sociedad incapaz de reírse de sí misma, donde haya que rendir pleitesía al sentimiento colectivo del momento y donde nunca se ofenda a nadie, porque entre otras cosas, resulta que siempre se ofenden los mismos, y deben por tanto callar la misma gente: el polemista, el iconoclasta, el artista, el satírico. Así pues, bienvenidos sean los crucifijos inmersos en orín, las películas de Tarantino con sesos y chorretones de sangre volando por los aires, las portadas de El Jueves con reyes, reinas y obispos follando a toda criatura con orificios, el "que se jodan" de Fabra, el "no, no, que te jodan a tí" respondiendo por Facebook a Fabra, las caricaturas de Mahoma, las cincuenta sombras de Grey, y por qué no, las ridículas mamellas del Dead or Alive, también. Ah, y ya que estamos, me gustaría dar la bienvenida a los indios Pueblo apareciendo en el Civilization... aunque claro, eso último no lo veremos, porque resulta que hay otro colectivo ofendido que nos han privado a todos los fans de esa saga de videojuegos de su presencia. Caray con eso del vive y deja vivir.

Así pues, mientras la corrección política siga empeñada en hacer de este un mundo más polarizado, gris, infantil e intolerante en el sentido más estricto de la palabra, yo seguiré empeñado en responderla, una, y otra, y otra vez. De eso mismo va la democracia, y a eso es lo que estamos jugando. Que no es poco.

4 comentarios:

Zylgrin dijo...

Mi mejor amiga describe como "su amiga la políticamente correcta". Podrás entender que no estoy de acuerdo en casi nada de lo que aquí expones.
Empiezo diciendo en lo que estoy de acuerdo, que acabo antes: concuerdo en que periodistas y legisladores han hecho de la corrección política una pavada (y con esto quiero decir una serie de actitudes dignas de la edad del pavo), en que el ministerio de igualdad fue un desatino total, y en que afirmar que los videojuegos moldean la mentalidad de los pobres e indefensos menores es ser poco realista con la inteligencia de estos menores.
Pero no estoy de acuerdo en que deba desterrarse. La corrección política es una variante moderna de nuestra bienamada buena educación. De hecho, va un paso más allá que las simples reglas de cortesía, muchas de las cuales son bastante inútiles, como no poner los codos en la mesa. Te insta a ponerte en los pies del otro, a comprender su punto de vista y actuar y hablar en consecuencia. Te insta a ser respetuoso de verdad, y no de boquilla. Entiendo que esto es un trabajo bastante grande que casi nadie hace, limitándose a seguir directrices sencillas que no siempre tienen el efecto deseado y que, tomadas al extremo, son idiotas. Pero no por cuatro gatos que lo lleven al extremo hay que descartar una idea buena en la base.
Tampoco estoy de acuerdo en la poca importancia que le das al consumo. El consumo mueve las aspas del molino de todo lo que va detrás, y una sociedad que consume irresponsablemente favorece una trágica cantidad de injusticias y putadas al planeta. Ejemplo: hay ahora mismo una campaña activa para boicotear el turismo en las Maldivas después de que se condenara a 100 azotes a una adolescente violada por su padre por sexo fuera del matrimonio. Ejemplo 2: comprar una joya garantizada en vez de una que pueda haber salido de las minas de Sierra Leona. Y casi que lo dejo aqui.
Por tanto, no estoy de acuerdo en eso de que el poder de ejercer influencia en la capacidad de decisión del individuo a la hora de consumir no es poder del de verdad.
Y como ya me he alargado bastante, acabo con que me parece algo incoherente que en el mismo párrafo le digas que sí al respeto y luego les des la bienvenida a las cruces meadas y al "que les jodan". Eso simplemente no lo entiendo.
Por cierto, podría haber escrito esta respuesta de una forma mucho más políticamente incorrecta, transgresora y molona. Chabacana, ofensiva, de bajo nivel y artissssssstica. Habría sido bien más corta. Pero no voy a hacerlo, y sí, me siento mejor por ello. Porque ya que reprimes tu instinto (en eso se basa la buena educación en general), por lo menos te sientes bien contigo mismo por ello.

Zylgrin dijo...

Espérate, que casi me voy a dormir sin tratarte lo de la libertad de expresión. La libertad de expresión es para los contenidos, amigo, no para las formas. Es para que todo pueda ser discutido, para que pueda decirte todo lo que pienso y siento, pero no para que pueda decirtelo como me salga de los cojones.
Y no nos olvidemos de la gente simple. Tu discurso lleva a los simples al extremo de la bajeza y al de glorificar la valentía de ridiculizar al otro. Mientras que el mío deja a los simples en mojigatos, bastante menos dañinos, en mi opinión.
Ah no, que para ti hacer daño es bueno. O no?

Ikael dijo...

Estimada Zylgrin: No, hacer daño no es bueno, y esa es la cuestión.

Como bien apuntas, la corrección política se postula en esencia como una especie de "buena educación" en el discurso público para evitar ofender los sentimientos colectivos de tal o cual grupo social para evitar daños a los mismos.

Mi planteamiento es que el único daño efectivo que el discurso público puede efectuar es sobre el individuo, y que jamás, ni una sola vez a lo largo de la historia, el tener en consideración o dar importancia a los llamados sentimientos colectivos o de las masas, ha producido nada bueno, repito: nunca.

Yo puedo ofender a mi interlocutor, ergo intentaré evitar hacerlo en la medida que me sea posible, y huelga decir que intentaré ponerme en su lugar. Da igual que sea negro, transexual o musulmán o las tres cosas a la vez: intentaré ponerme en su lugar cuando trato y hablo con él. Bien. Pero no puedo es ponerme en el pellejo de todos y cada uno de los negros, transexuales o musulmanes del mundo. Lo que no estoy dispuesto a aceptar es que alguien clame que se ha ofendido a los sentimientos de todo un colectivo. Es, simplemente falso, en cuanto a que es imposible, vive Dios. Y semejante aseveración tiene por objetivo no un mayor respeto o compresión, si no la censura efectiva (o mejor aún: autocensura) de un discurso.

En cuanto al tema del consumo, ojo, no he dicho que el consumo no sea poderoso. Lo que discuto es la noción de que algo que influya sobre este sea, por extensión, algo también poderoso.

En cuanto al respeto, crucifijos en orín y demases: cielos ¿qué hay con eso de respetar el discurso de los otros? ¿Qué tal si nos ponemos en su lugar? Quizás tendrían sus motivos para expresarse como hicieron ¿no? ¿Acaso no es obvio de que se trata de un argumento circular, como todo argumento que se reside en "me siento de esta manera"?

Y en efecto, se necesita valentía para ridiculizar a según que gente. Que se lo pregunten a los caricaturistas daneses.

Zylgrin dijo...

No me convences. Coincido contigo en que las personas son demasiado diferentes entre sí para ponerse en los pies de todos, eso es una locura. Pero yo creo en las formalidades, y en la autocensura, como medio para replantearse la posición de uno.

Uno puede defender su ateísmo o su heterosexualidad como opción propia, pero hacerte anticristiano u homófobo no lleva a nada constructivo,las posiciones anti- sólo buscan destruir, y esa actitud no puede convencerme. Y no hace falta ser grosero. Igual es que soy demasiado cerebral, pero se puede transmitir la misma idea pensando en los qués y los porqués y argumentándolos, en vez de cagarte en el padre de nadie.

No creo que la corrección política sea la panacea ni que vaya a convertir nuestra sociedad en la Federación Unida de Planetas, pero creo que es un instrumento que puede hacer aportaciones positivas y tampoco debe descartarse tan drásticamente.

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