viernes, 16 de mayo de 2014

Del odiar políticos y matar políticos

"La violencia es el último refugio del incompetente" - Isaac Asimov

"Las grandes cuestiones de nuestros días no se dilucidarán con discursos y votaciones, si no con sangre y hierro" - Otto Von Bismark

Ha llegado la hora de que los españoles nos sentemos a hablar como adultos y sin tapujos, de uno de los problemas más aterradores que tenemos como sociedad. Hay quien dice que el asesinato de Isabel Carrasco no es relevante. Que al final, al tratarse de un mero crimen por venganza personal (regado al alimón con ajuste de cuentas mafioso), el asunto pierde toda relevancia política. Que al no ser una muerte patrocinada por un partido, ideología o grupo terrorista, la cosa se queda en un mero artículo de "El caso", y otra cosa. Puede que su muerte en sí misma, no diga gran cosa sobre la política española. Pero la reacción que ha tenido nuestra ciudadanía, y nuestra clase política, sí que dice, y mucho, sobre nuestro país. Y no es nada bueno. Y cuando antes hablemos de ello,sin pelos en la lengua ni miedo a ser "indignos", mejor. Así que allá vamos, mis recuerdos al ministerio de interior.


¿Recuerdan?




La primera en la frente: muchas personas se alegraron de su muerte. Tal cual. Sin embargo, los motivos fueron variados.

Reconozcámoslo de una vez: una parte del país quiere ver muerta a la otra. Algunos (no todos) de los que celebraron el asesinato, eran gente que, simplemente, quería ver muerto a un político del PP. El que fuera. Daba igual que esta mujer fuera una corrupta impresentable o un ejemplo de bondad. Para la España negra guerracivilista, si Mahatma Gandhi tuviera carnet del partido político "equivocado", entonces merece morir. Y no, no me engaño: todos sabemos que la misma mierda hubiera pasado si esta señora hubiera militado en el PSOE, aunque por supuesto, los vítores habrían salido de otras gradas distintas, así como los golpes de pecho y las invocaciones al respeto y la santidad de toda vida humana. Hemos involucionado como sociedad hacia el guerracivilismo a raíz de los eventos del 11-M, y desde entonces, en esas siguen muchos. Es un problema horrible que nadie quiere solucionar ni ver, y digámoslo de una vez: fue alentado deliberadamente por nuestras élites. Las mismas élites que ahora se llevan las manos a la cabeza al ver que su Frankenstein se les despendola.

"La crispación nos beneficia", dijo entonces el señor Zapatero con los micrófonos abiertos. Y es cierto que tener hooligans es maravilloso para los políticos, porque les permite tener a un grupo de descerebrados fieles que te van a votar aunque mates a sus hijos porque es que si no votan entonces " ganan los malos" de la guerra civil y se acaba el mundo tal y como lo conocemos. Hola, bipartidismo. Pero eso es horrible a la hora de construir un país, porque para que exista un hooligan, necesitas hacer que odie y demonice al enemigo. Y no se puede vivir ni respirar en un país en el que un grupo de gente está convencida de que existe un "Gran Satán" que hay que combatir a muerte y que vive infiltrado en tu comunidad de vecinos. No se puede vivir en un país dónde la política se discute sólo de puertas para adentro por temor al qué dirán. No se puede vivir en un país donde la discrepancia política es motivo suficiente como para dejar de considerarte un ser humano. ¿Se lamentan nuestros políticos por las aterradores reacciones de sus votantes a este asesinato? Por supuesto que sí. El odio español es algo que acojona, y mucho. Ahora bien ¿Van a renunciar a sus hooligans? Me da que no.

Pero el análisis no puede quedarse sólo ahí. Porque el odio al otro bando es algo que tristemente, se ha vuelto algo habitual en nuestro país. Ya hubo reacciones de Twitter dando palmas con las orejas ante, por ejemplo, los falsos bulos sobre la muerte de Aznar. Y nuestros gobernantes entonces no vieron ningún problema con ello: business as usual. Entonces ¿Por qué han reaccionado de esta manera justo ahora? Siguiente tabú a romper: Pues porque ahora no sólo se han alegrado los cuatro guerracivilistas de siempre, si no que el sentimiento se ha extendido mucho más allá de las coordenadas ideológicas habituales.

Esto se nos va de las manos

Otra parte de la gente se ha alegrado de la muerte de Carrasco como se hubiera alegrado de la muerte de un pederasta, un asesino en serie o un proxeneta. La muerte violenta de un político chanchullero se ha vuelto motivo de celebración para una sección transversal de la ciudadanía no necesariamente politizada ni presa de las dinámicas del hooligan de tal o cual partido. Y es eso, y no el fanatismo político, lo que acojona a nuestros gobernantes, señoras y señores. Ser conscientes de que son el enemigo, como clase política en su conjunto, en vez de como miembros de tal o cual partido en concreto. De ahí la condena unánime. Porque la crispación puede que les beneficie, pero eso se refiere a la crispación entre ciudadanos de un bando contra los de otro, no a la de los ciudadanos contra sus políticos.

Oh, sí, por supuesto: un crimen no justifica un asesinato, nadie merece ser morir así, la pena de muerte es el mal, todos tenemos derecho a la presunción de inocencia, bla, bla, bla: el debate ético no es debate alguno, puesto que ya está todo el pescado vendido. No creo que nadie en su sano juicio discuta que alegrarse por la muerte de alguien sea propio de mala gente o que la violencia sea algo que se tiene que dispensar con alegría. Pero la reacción visceral sí que merece nuestro análisis, porque revela que para una gran parte de la ciudadanía el político ha pasado a ser considerado una criatura tan dañina para la sociedad como un terrorista, un pederasta o el virus del ébola. Y que, por lo tanto, su muerte a manos de una agraviada por sus tejemanejes causa más o menos la misma pena y dolor en el público que saber que un terrorista se ha volado a sí mismo en pedazos con la bomba que iba a colocar. Y  no, no me arrepiento ni me avergüenza decir que alguien que se dedica a acumular 13 sueldos públicos pagados a tocateja por mis impuestos, a coleccionar imputaciones por corruptelas varias, y a ganar potestad para despedir y colocar gente a dedo y a regar todo lo anterior con chulería y una buena dosis de "usted no sabe con quién está hablando" es alguien que está causando tanto daño a mi país o más que un terrorista.

Más aún cuando llega la siguiente parte de la reacción digna de psicoanálisis: la de nuestros señores políticos. Cierre de filas, y una buena mano de censura para Internet: porque como todo el mundo sabe, los comentarios llenos de odio son la causa de la inquina hacia nuestros políticos, no su consecuencia. Es jodidamente sintomático de la talla de nuestros gobernantes. Barrer el problema debajo de la alfombra y patada a seguir. Se muestran débiles con el fuerte, y fuertes con los débiles: no podemos meter en cintura a las ovejas negras de la política, pero meter en cintura a twiteros ¡Eso sí que se nos da de maravilla! Porque Dios nos libre de que la justicia y la administración funcionen de manera independiente, de que nuestros políticos pierdan sus prebendas, de que se guarde un mínimo de respeto hacia el ciudadano. Toda medida para acotar los privilegios de la casta política es "demagogia", "no toca" y es "el chocolate del loro". Mirenme a los ojos y díganme que si esta mujer hubiera estado en la cárcel o se le hubiera impedido acumular poder como un cacique, la reacción de la gente a su muerte hubiera sido la misma. ¿Quieren que Twitter no se llene de comentarios indignos? Dejen de comportarse de manera indigna, señorías. ¿O acaso la gente aplaudió también cuando murió Suárez, otro político tan español y tan político como esta señora? ¿No notan una "pequeña" diferencia entre ambos personajes y consecuentemente, las reacciones a sus muertes?

No, este asesinato no ha sido un tiranicidio ni un heroico acto revolucionario ni nada parecido, por mucho que a muchos le hubiera gustado que así fuera. Ha sido un vil asesinato por temas personales y peor aún, pesebriles, y su asesina no es ninguna defensora del pueblo. Pero el miedo palpable que ha infundido a nuestra clase política, nace de que la gente está empezando a "tener ideas". Ideas sobre cómo la violencia sí que podría ser la solución y único correctivo posible para una clase dirigente desprestigiada, deslegitimada, endogámica y profundamente anti democrática. Una clase dirigente que insiste en hacer del ciudadano su enemigo.

Yo personalmente  no tengo mucha fe en la efectividad de la violencia para arreglar este carajal de país, entre otras cosas porque el problema es el sistema, no las personas, y porque uno sabe cómo empiezan estas cosas pero no como acaban. La violencia es una herramienta poderosa, cierto, pero difícil de controlar y que necesita de un plan detrás que vaya más allá de "vamos a acabar con estos cabrones". Ha de ser empleada con extremada inteligencia y mesura, y esas son virtudes de las cuales "el pueblo" no va muy sobrado que digamos. Y si no me creen, estudien los hechos previos al estallido de nuestra guerra civil.

Pero si tanto les preocupa a nuestros señores políticos ser el objeto del odio español (que en efecto, es una de las cosas más aterradoras que existen en este ancho mundo), podrían hacer por tomar medidas de verdad y ponerle coto a los peores miembros y comportamientos de la casta política. Pero mira tú por donde, yo tengo la teoría loca de que no lo harán, soy así de mal pensado. Así que váyanse acostumbrando a que una parte cada vez mayor de la sociedad brinde cada vez que uno de nuestros políticos muerda el polvo. Porque a más actúen como casta, menos serán vistos como humanos. Esa es la triste realidad en la que nos encontramos.

2 comentarios:

Ortiga dijo...

Cuanta razón. Como de costumbre u.u

Miedo me da lo que pueda pasar si esto se convierte en el pistoletazo de salida...

angel dijo...

Pues mucha razón, sobre todo en lo de polarizar a la población que suele ser el recurso de los dirigentes que no saben mas que agradar a su bolsillo y a quien se lo llena.

Lo realmente sangrante es que las nuevas generaciones de jóvenes
caigan en esa misma trampa para regocijo de los que mandan y les ayuden a perpetuar el negocio

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